lunes, 26 de diciembre de 2011

LAS NUEVE POSADAS DE NAVIDAD EN MÉXICO

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Por Julie Sopetrán


La Navidad mexicana no se concibe sin Las Posadas. ¿Pero qué son las posadas? Son celebraciones, fiestas que comienzan nueve días antes de la Navidad, nueve rosarios, nueve misas, novenario. El día 16 de Diciembre empieza la primera hasta la última posada que se celebra el 24, cuando conmemoramos el nacimiento  de Jesús.  Cada lugar tiene una forma diferente de celebrar estas posadas, puede hacerse en familia, en grupo de jóvenes, de amigos, de niños, de vecinos o también de familias, se amplían en forma comunitaria para que todos puedan celebrar la llegada del Salvador del mundo.



El fin primordial de la fiesta, está inspirado en acompañar a María y José en ese largo camino desde Nazaret hasta Belén, para responder al edicto que se ordenaba a los habitantes de Judea, empadronarse en las ciudades de origen, José como era descendiente de David, nativo de Belén, tuvieron que ir a esa población, pero el viaje les llevó caminar nueve días o etapas, en los que buscaban alojamiento y al no encontrarlo, María tuvo que dar a Luz en un establo. También lleva implicado el símbolo de los nueve meses de embarazo de la Virgen María, tal como lo muestran las escrituras. Pero especialmente simboliza cuando van pidiendo posada para poder descansar. Las tradiciones mexicanas se inspiran en las dos vertientes de la historia, la indígena azteca y la religiosa cristiana. 


Los aztecas tenían ya celebraciones muy similares a las cristianas. Por ejemplo, en el invierno, durante los meses de noviembre y diciembre, solsticio de invierno, los indígenas celebraban la venida de Huitzilopochtli, dios de la guerra y del sol. El culto que le rendían era el de ayunar y ofrecer sacrificios al Dios Sol, se encendían hogueras, quemaban maderas aromáticas y preparaban manjares deliciosos, para que la vida les fuera próspera en el nuevo año.
Ellos caminaban hacia el mictlan que es donde descansan  los muertos.  Huitzilopochtli, tomaba su descanso, renacía en forma de colibrí y eso ocurría entre el 24 y el 26 de diciembre en los templos de Malinalco, que significa la flor de Malinalli, que tal vez es la flor seca del maguey, la hierba torcida, o también una planta enredadera parecida al zacate que tiene los frutos amarillos que se utiliza para crear utensilios.



Más tarde llegaron los españoles con la imposición del catolicismo y las costumbres se fusionaron, algunas se perdieron, pero otras son una mezcla que se hace imperecedera. La historia dice que fue el agustino Fray Diego de Soria, el que obtuvo el permiso del Papa Sixto V, para celebrar nueve misas que llaman de aguinaldo, antes del nacimiento de Cristo, coincidiendo con las fiestas que los indígenas celebraban dedicadas a Huitzilopochtli. Así surgió, una vez más el sincretismo religioso de un país tan rico en historias como lo es México.


Las posadas pues, comienzan con los frailes españoles en el Siglo XVI, (1587). Fue en el poblado de San Agustín Acolmán, al noroeste de la ciudad de México. Estos misioneros reviven y representan el camino de María y José buscando posada para que María pueda dar a luz al Niño Jesús. La posada termina en fiesta, cena y baile, canto de villancicos y todo muy animado. Consiste en pedir posada, canciones versificadas donde se entablan diálogos y también consiste en romper una "piñata". Se representan escenas navideñas, se celebra la Santa Misa, y se encienden luces de bengalas, cohetes, piñatas y villancicos.   


No habrá posada si en la casa no hay armonía, color, luz, alegría, comida, fiesta y sobre todo si no se han preparado deliciosos manjares, un buen ponche de frutas, elaborado con canela, cañas, tejocotes, pasas, ciruelas, cáscara de naranja, frutas y azúcar, todo ello hervido en agua durante unos cuarenta y cinco minutos, el sabor de la manzana y la guayaba le dan el gusto apropiado de un buen ponche que todos degustan con algarabía de fiesta navideña.
En el siglo XVIII, la celebración tomó más fuerza realizándose, en vez de la iglesia, en los barrios, en casas particulares, en escuelas y plazas y además de villancicos y pastorelas, los cantos ahora son más populares.


Pero lo verdaderamente importante es el dale dale dale: la piñata. Una piñata suele ser una obra de arte, hecha con barro y papel. Los artistas de la piñata son los propios mexicanos que poseen el don de crear, su artesanía es una riqueza de luz y color sin igual.



La piñata, aunque su origen se cree que es chino, se usa y caracteriza en México, especialmente, dicen que fue Marco Polo el que llevó la costumbre a Europa y luego luego a América, especialmente a México, Guatemala, Colombia, donde es tradición romper una piñata también en los cumpleaños, aniversarios etc.. En Navidad, debe de hacerse en forma de estrella con siete picos, cada pico se considera que es un pecado capital y todos los dulces y las frutas que de ella saldrán al romperla, son el símbolo de las bendiciones que recibe todo aquel que participa en su ruptura.


Los pecados capitales son siete: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.   Todo tiene su misterio y significado, la piñata se ha de romper con un palo, que ostenta la fortaleza y la fuerza divinas. El que la rompe representa la fe. Se vendan los ojos, esto simboliza la fe ciega en Dios, y los palos se dan a ciegas hasta que se logra atinarle y romperla entre los voceríos de la gente.  Cuando se rompe caen por el suelo y vuelan por el aire los dulces, las frutas de que estaba rellena, esta delicia de todos es como la  recompensa y el don hermoso de vencer los pecados y las ofensas cometidas durante el año, de esta manera se fortalece la humildad, la pobreza, la generosidad, la paciencia, la caridad, la templanza y la diligencia . 


En cada región de México el pedir posada, se hace de distinta manera, lo que sí me llama la atención es que siempre se pide posada en verso, los que cantan desde afuera y los que responden desde adentro. Versos que se repiten y que están vivos durante este tiempo y saben de memoria tanto los mayores como los niños que los van aprendiendo para seguir las tradiciones.


Bien podríamos decir que la posada se parece a una procesión que la encabezan dos personas vestidas con los trajes que personifican a José y a María, un burro y luego los peregrinos que siguen con velas o faroles encendidos, cantan letanías hasta llegar a la puerta donde se pide la posada y ahí empiezan los versos, después de los cantos se abre la puerta y se les da posada con gran alboroto, se prenden luces, empiezan los cohetes y se rompe la piñata con los ojos vendados y todo se termina con el ponche.


Entre los muchos villancicos que se recitan y cantan los más populares son:

(Los Peregrinos...)

En el nombre del cielo,
yo os pido posada,
pues no puede andar,
mi esposa amada.

(Los Hosteleros...)

Aquí no es mesón,
sigan adelante,
no les puedo abrir,
no vaya a ser un tunante.



Normalmente se repiten los villancicos en varias casas, y al final hay una casa en la que les dan posada.
(Los Peregrinos...)

Posada le pido
amado casero,
pues madre va a ser,
la reina del cielo

(Los Hosteleros...)

Pues si es una reina,
quien lo solicita,
como es que de noche,
anda tan solita.

(Los Peregrinos...)

Mi nombre es José,
Mi esposa es María.
y madre va ser,
del Divino Verbo.

(Los Hosteleros...)

Posada os brindo,
Santos Peregrinos,
y disculpa os pido,
no os reconocía.



Y al final cantan todos los con algarabía:


TODOS...

Entren Santos Peregrinos,
Peregrinos...
Reciban este rincón,
que aunque es pobre la morada,
la morada...
os las doy de corazón.




No he vivido ninguna navidad en México, pero así me la han contado amigos de Puebla, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, etc.. Una fiesta muy típica de convivencia, amor, dedicación, entrega, arte y todo lo que representa la fe, la historia, la religión, la inigualable magia de México. Romper la piñata, tiene que ser un acto especial, el quehacer artesano al rellenarla de dulces, cacahuates, tejocotes, frutas... ¡Cuanta ilusión! Sé que la posada también va acompañada de convivencia, de una cena a la mexicana con tacos, tamales, chocolates, buñuelos, mole, atole... Y no puede faltar la música, los fuegos de artificio, las velas encendidas y las sonrisas entrañables de los niños que son los que, al fin y al cabo, hacen posible una perfecta Navidad.
¡Felices Fiestas México y para todos aquellos que compartan estas páginas, para todos mi cariño y buenos deseos de paz, amor, salud, trabajo y fraternidad... Aleluya!
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sábado, 15 de octubre de 2011

LOS CIEN NOMBRES QUE LOS MEXICANOS LE DAN A LA MUERTE

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Texto: Julie Sopetrán

                                                  Catrina en la calle, Guadalajara (México)  Foto: Julie Sopetrán

Se acerca la fiesta de Día de Muertos en México. Fiesta tradicional. Lo que entendemos como cesación de la vida, separación del cuerpo y del alma. Lo que vemos como esa figura descarnada del esqueleto humano, símbolo ancestral de esa muerte que nos asusta y nos asombra, mano airada portando su guadaña y de tantas formas expresada en las diferentes culturas... Es lo que siempre ha existido, es parte de lo que somos y es lo que se celebra en esta fiesta tan mexicana. Debemos saber, que en México, la muerte tiene otra cara, sí, es celebrada, es motivo de fiesta, de alegría, de recuerdo compartido y convertido en color, en retorno a la vida y tanto los niños en las escuelas, las familias en casa, como los artistas, los mercados, la ciudad, todo y todos la recrean en sus obras, cada año, en cada celebración de últimos de Octubre y primeros de Noviembre.

             Tres catrinas, San Miguelito - foto de Mary Andrade  http://www.dayofthedead.com/

Recuerdo en uno de mis viajes a Michoacán, nos llevaron a comer a Mary Andrade y a mi a San Miguelito, un restaurante tan original, como hermoso, tan deliciosa su comida, tan convertido en museo, con su bazar, su  galería de arte, su aspecto ceremonial y tantas cosas más que uno bien se podría pasar el día allí olvidándose del mundo, o sentarse en una de sus elegantes mesas degustando la gastronomía mexicana o esperando un buen novio. Su dueña, Cynthia Canelo, sus catrinas,  distribuidas por sus cinco patios, su tienda de diferentes obras de arte, cosas, vajillas, dulces, cerámicas...  Su San Antonio volteado, con la cabeza boca abajo y los pies para arriba, esperando a las solteronas para hacer el milagro.

                   Foto: Mary Andrade  (San Antonio volteado con la cabeza para abajo y los pies para arriba. San Miguelito)
                                                                                http://www.dayofthedead.com/

 El altar de muertos con sus flores, sus fotografías, su comida, sus candelabros su olor a cempasúchil. Tendríamos que dedicar todo un artículo a este restaurante, donde puedes comprar hasta la mesa y las sillas, la vajilla o la mantelería donde se ha comido. Espectacular el ambiente y la atención a los comensales, así como los detalles tan especiales de este lugar que recomiendo visites para cuando vayas a  México.


                            Dibujos del artista Erik Ricardo de Luna Genel

Pero el traer a cuento este lugar, es porque allí encontré una colección única, de los cien nombres que los mexicanos le dan a la muerte, son cartas con las que se puede jugar con estos nombres tan originales como: La Chingada. La Fregada. La Hilacha. La Rasera. La Matadora. La Cargona. La Huesos. La desdentada. La Jodida. La Pelleja. La Cabezona. La Chicharrona. La Canaca. La Indeseada. La Chiripa. La Chicharrona. La Chinita. La Patas de Hilo. La Patas de Catre. La Hilacha. Doña Osamenta. Patas de Catre. Costal de Huesos. La Siriquisiaca. La Fregada. La Pelada. La Espirituosa. La Chifosca. La Chicharrona. La Chupona. La Democrática. La Malquerida.

                                                                                     Dibujo del artista Erik Ricardo de Luna Genel

 La Flaca. María Guadaña. La Enlutada. La Chupona. La Grulla. Patas de Popote. La Polveada. La Comadre. La Dama del Velo, La Indeseada. La Trompada. La Dama delgada. La Curamada. Patas de Ixtle. Patas de Hilo. La Chinita. La Raya. La Hora de la Hora...   Sé que hay más pero sería imposible enumerar tantos nombres ocurrentes y de buen humor que el mexicano le da a la muerte.


                                             Dibujos del artista Erik Ricardo de Luna Genel

Lo llaman lotería, y es un juego divertido para muchos mexicanos de Querétaro, de Guadalajara, de Michoacán, extendido ya a lo largo y ancho de todo el país, porque  la muerte es  y se presenta con calakitas, es una lotería mortuoria "hecha con humor y trazo fino". 
Me dejó tan sorprendida como admirada de tantos nombres dedicados a la muerte y de los dibujos tan bien hechos por el artista Erik Ricardo de Luna Genel, diseñador gráfico, escenógrafo y actor, su compañía era Travestido, un artista al que algún día me encantaría entrevistar, por la investigación que él hizo pateando los pueblos y observando esos nombres que en cada lugar llamaban a la muerte, y haciendo una recopilación de todos ellos.
                                                                                 

 Dibujos del artista Erik Ricardo de Luna Genel

Es un trabajo realmente admirable, por ello, quiero hoy rendirle un homenaje a este artista tan desconocido en España. Porque creo que su obra es única en el mundo y original cien por cien. Empezó con veinticuatro cartas, y creo que superó las cien.
Por si alguien quiere conseguir alguna de sus postales, papel picado, camisetas, cartas, etc., con el motivo de la muerte, su teléfono es 442-224.0910. Así lo indica en la colección que compré en San Miguelito hace ya algunos años.

Catrina en las calles de Guadalajara (México)  Foto: Julie Sopetrán

En realidad La Pelona, es un personaje siniestro, pero que tiene que ver con cada uno de nosotros, queramos o no, todos vamos a morir, todos vamos a conocer a esta mujer tan estrambótica, tan humana y tan divina. Ojalá en España nos tomáramos la muerte con ese humor mexicano, con esa risa abierta y con esa naturalidad sin límites. La lotería de la muerte nos va tocando poco a poco a todos, es la lotería que lleva siempre un premio implicado, un número cero que marca el infinito misterio de desaparecer de este mundo, hasta convertirnos en el famoso "cero a la izquierda". Lo realmente bueno, es mirarlo y nombrarlo, sin miedo alguno, con una sonrisa, con el humor que borra lo tétrico, lo salvajemente triste.

                                                                    Catrina expuesta en las calles de Guadalajara (México) Foto: Julie Sopetrán
Cada carta que ha realizado este gran artista, es un cuento vivo, una historia, un pasado y un futuro, un presente contaminado de inquietudes, de pasiones, de romanticismo, de tragedias, suicidios, pesadillas... Así todo ello nos hace ver, sentir a la muerte de otra forma, sin el pánico o el espanto, sin más, con picardía, como algo tan sencillo y tan natural como la vida misma, para poder hablar hasta reírnos de una forma normal, alegre, y... ¿Por qué no? Chistosa.

                                                    Catrina expuesta en las calles de Guadalajara (México) Foto: Julie Sopetrán
Tal vez todo comenzó con otro artista, el creador de la Catrina. Su inventor fue José Guadalupe Posada, nacido en 1852 en Aguascalientes, creador de más de veinte mil imágenes durante su carrera artística, él  inventó la catrina mucho antes de la Revolución Mexicana. Sus caricaturas han recorrido el mundo entero y hoy son tan populares que a nadie se le puede pasar por alto la famosa muerte con sombrero de gala, como ejemplo de la clase más alta mexicana.

                                                                                La Catrina, creada por José Guadalupe Posada

 Después, los artistas mexicano han manifestado en sus obras, verdaderas bellezas, esculturas, pinturas, dibujos... Incluso Diego Rivera la materializó en su obra. Y todo en honor a la señora de los muchos nombres, la muerte, que según decía Posada, "es la más democrática ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera".
Catrina expuesta en las calles de Guadalajara (México) Foto: Julie Sopetrán

                                                                                                               Catrina de Diego Rivera

Y lo más espectacular es contemplar en las calles de muchas ciudades mexicanas estas catrinas, realmente bellas, impresionantes, quieren confundirse con los transeúntes, pero no pueden, todos las miramos, queremos hacernos fotos con ellas, queremos que nos cuenten esos secretos que tanto nos preocupan del más allá... Ellas, hablan el mismo lenguaje, ellas son todas, la muerte.
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lunes, 27 de junio de 2011

LAS ROSAS: EL PRIMER CONSERVATORIO DE AMÉRICA

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Texto y fotos: Julie Sopetrán


Tal vez fue Fray Junípero Serra, quien primero llevó la música a América en 1749. Esa era la idea que yo tenía, hasta que llegué a Morelia. Junto a la barroca iglesia de Santa Rosa de Lima, se encuentra el famoso Conservatorio de Música de las Rosas. Fue en el año de 1743, cuando se fundó, en la ciudad de Morelia, conocida también como la antigua Valladolid, el Colegio Santa Rosa de Santa María, así nace el primer Conservatorio de América.  Después de tantos años, y en el mismo lugar, se sigue conservando esta institución, nacida de aquellas influencias de las escuelas de música en Europa durante el siglo XVII. Por ello, Morelia, en México, ayer y hoy es la ciudad de la Música.

El Conservatorio de las Rosas conserva el privilegio de ser el lugar donde se escribió la primera sinfonía del nuevo mundo, compuesta por don Antonio Sarrier. ¿Quién no ha oído nombrar a Los Niños Cantores de Morelia? ¿Qué turista que visite esta hermosa ciudad, no se ha adentrado en el Conservatorio y ha escuchado y sentido los acordes de un chelo entre sus muros? Muros que fueron del convento dominico de las monjas de Santa Catalina de Siena (1590-1738) Monjas Catarinas, dedicadas a la educación especial de la mujer, como eran las mujeres indígenas y las mestizas, las criollas y las que llegaban de España.  El Obispo Fray Alonso Guerra, promovió y realizó la fundación de este convento de Santa Catalina, conocido como el conjunto de Las Rosas.Según el padre franciscano Fray Juan de Serpa, el convento en el siglo XVII, albergaba unas veinte monjas de las cuales diez eran madres profesas y once eran novicias de velo.

Estudiante practicando en el patio.

El nuevo obispo fraile Marcos Ramírez de Prado, sacó de la pobreza a las monjas. Aunque también dicen que había un Santo Cristo, muy milagroso, la gente acude o acudía a pedirle en sus necesidades, conocido como “El Cristo de las monjas” al que cada semana se le ofrecía una misa cantada. Estas monjas tomaban el hábito a “título de músicas y buenas voces” las monjas recibían su certificado especial, no sólo por ser aptas para el Choro, algunas eran “bajoneras”, otras se recibían de organistas, solfeo, violinistas, canto… Eran tan expertas en música, que el obispo Ramírez de Prado ordenó que: “a la monja que hiciera el oficio de vicaria de coro se le den treinta pesos en cada un año, para papel de chanzonetas, aderezo de guitarras y otros instrumentos necesarios y gastos que se oficien en el dicho Choro… porque cada día va en aumento la música, de que tanto se sirve Nuestro Señor y a los fieles se aumenta la devoción”.

La vida de estas monjas era ejemplar y su dedicación además de educar a los niños y a las jóvenes, su vida estaba vinculada de alguna forma a la música sacra y el canto litúrgico. Las monjas se trasladaron a un nuevo convento en 1738, en la misma ciudad de Morelia, el lugar todavía hoy es conocido como “las Monjas”.Fueron muchas las actividades que se realizaron después en este lugar, según cuenta la historia. La educación de la mujer fue siempre el objetivo central. Pero sobre todo… la enseñanza de la  música. Después de muchos proyectos, el Obispo Matos Coronado, quiso comprar a las monjas el edificio, que en su momento estaba habitado por un carpintero, que ocupaba el lugar, bastante ruinoso. Las monjas quisieron regalárselo al Obispo, pero éste lo adquirió por seis mil pesos mexicanos.

El Obispo murió  y fue la rectora, vicerrectora y secretaria del colegio, las que protegieron el lugar. Con aprobación del cabildo, quedó durante veinte años, como superintendente y protector, el canónigo don Francisco Xavier Vélez de Guevara el que protegió distintas comunidades que por allí pasaron. Son muchas las curiosidades de este lugar, como por ejemplo, para el ingreso en el colegio de estas mujeres que oscilaban entre los 15 y 25 años, deberían hacer un informe de “pureza de sangre”, para probar legítimamente que eran de origen español las ingresadas.  

Cuando murió el obispo Vélez de Guevara, se convirtió en escuela pública, aunque se seguía pagando un pupilaje. Según las investigaciones del maestro Miguel Bernal Jiménez, (1930), la Escoleta de Música del Colegio de Santa Rosa de Santa María, es la primera de América. Ya que el canónigo Francisco Xavier Vélez de Guevara, a su muerte, legó al colegio la cantidad de cuatro mil pesos a condición tener en esta Escoleta a dos maestros, como mínimo, peritos en el arte de la música para impartir tal enseñanza.  Fue él el fundador de dicha escuela. Su mayor esplendor fue de 1767 a 1783,  el colegio superó después varias crisis, pero ahí quedan los nombres de los grandes profesores de Las Rosas, como fueron Cipriano José González de Aragón, maestro de órgano.  José María Rivero, maestro de canto y música. Francisco Téllez de la Bárcena, profesor de música, José de Echeverría, José de Alfaro…

 

Sin dejar de lado grandes compositores, como Francisco Moratilla, Rodil y Sarrier, entre otros muchos. Igualmente podríamos enumerar alumnas de música que sobresalieron a las que llamaban “rositas”.También quedaron muchas partituras en el archivo y 64 obras completas y varias incompletas que abarcaban diferentes géneros, como misas cantadas, arias, coplas, motetes, oberturas, dúos, coloquios…Bernal Jiménez fue muy criticado al llamar a Las Rosas, el primer conservatorio de América, pero así lo confirman los hechos. Después todo siguió siendo difícil, pero mantuvo siempre su espíritu musical a pesar de sus muchas historias. Dedicaremos otro espacio a esos niños cantores de Morelia.

 

Hay una leyenda, entre las muchas  que existen de este lugar, que no puedo pasar por alto.Dicen que en el patio del colegio, en su jardín, había una legión de traviesos duendes, habitaban entre helechos y plantas que las monjas cuidaban. El padre capellán quería eliminarlos a todos, pero eran tan atrevidos que destrozaban las plantas, arrancaban de cuajo las cebollas y no dejaban las flores en paz. Estos duendes se adueñaban de todo y decidieron no dejar dormir a las monjas. Todas las noches hacían travesuras por los pasillos.
¿Qué hacían? Escrito quedó en los anales del convento. Saqueaban la despensa a su antojo y medida. Ruidos y más ruidos… La Madre superiora se levantó una noche enfadada para enfrentarse a los diminutos alborotadores. Según nos cuenta don Francisco Alcocer Sierra, gran estudioso de leyendas, “seis ridículos enanitos llevaban en hombros una enorme conservera de Talavera de la Reina, rasada de añeja tirilla de durazno que se habían robado de la alacena”. Todo era una orgía de chocolates, naranjas, guayabas, turrones y hasta vino de membrillo que las monjitas habían elaborado para los momentos especiales. La Madre Superiora, como os decía, se lanzó a la persecución y atrapó a uno de los duendecillos… Había pensado bañarlo en agua bendita para que Dios lo purificara o lo castigara a su antojo. Pero el duendecillo, muy listo él, pidió clemencia a la Madre y le dijo que si lo dejaba libre, él y todos los duendes del convento, en vez de destrozarlo todo, lo iban a cuidar con mucho esmero, sobre todo el jardín y la huerta. La Madre Superiora, que era un pedazo de pan, de buena persona, se sintió emocionada por las palabras del duende y lo perdonó. Se acercó a la noria del pozo y lo dejó caer para que quedara libre para siempre. Desde entonces, se comentó por Morelia, que aquel pozo, que todavía existe, tiene un agua muy dulce, muy cristalina y hasta le atribuyen algunas propiedades medicinales.  “El pozo del duende” se hizo popular, sobre todo porque nunca más molestó a las monjitas, ni él ni su numerosa familia. Por el contrario cada día alejan de este lugar las malas energías y siempre, siempre que yo lo he visitado, hay alguna rosa fresca y es que los duendes, por si no lo sabías, son muy agradecidos y cumplen su palabra. Casi puedes verlos mientras escuchas la música de los alumnos y contemplas el jardín del primer Conservatorio de América.


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domingo, 29 de mayo de 2011

HOY IGUAL QUE AYER

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De vez en cuando voy a intercalar entre mis pequeños reportajes dedicados a México, uno que otro poema inspirado en la gran riqueza cultural de este país, poemas de mi propia cosecha que deseo compartir con vosotros.

La sangre de los mártires revolucionarios fertilizando la tierra. 1926-7 - Fresco - 2,44 X 4,91 Universidad Autónoma de Chapingo (México)  de Diego Rivera

Envueltos en sarapes rojos
Debajo de la tierra. En la milpa
El maíz suda sangre
Y me duele, me duele el barro
Los girasoles lloran por Emilio Zapata
Por el Maestro rural Otilio Montaño
Lloran por los caídos, por los que se quieren levantar
Y no pueden. Lloran por los que no saben por qué murieron
Pero lo hicieron con honor, con rabia, buscando la justicia
Los girasoles lloran y ríen
Su sonrisa es dorada por los que renacen
Por los transfigurados
Por los que fecundan la tierra mexicana
La tierra de donde sea. De los que se inmolan.
Milpas de luchadores
Es la sonrisa dulce de lo que no ha sucedido en vano
Fertilizante humano de la parcela con sabor a sangre
A sacrificio, a entrega, a inmolación por lo ideal sagrado:
Las patrias. Yucatán. Altamira. Mayas. Iberos… tantos.
Sólo el Amor es revolucionario
Los girasoles danzan
Es el movimiento de la historia, el proceso permanente,
El cambio, las revueltas, los ciclos, las transformaciones.
Los levantamientos, la agitación, la inquietud, la conmoción,
El vaivén, el resurgir de un pasado glorioso
Meso América, los abuelos, las ganas de vivir mejor siempre
Siempre la danza de los girasoles dando la espalda al tiempo no vivido
Otilio Montaño, redactando aquel manifiesto de 1910 (Plan de Ayala)
Y ahí está envuelto en sarape rojo, abonando la tierra de México
De cualquier parte, podría ser otro nombre en mi tierra o en la tuya
Y en vez de mural podría ser capricho: Rivera, Goya, quien sabe cuántos artistas… Girasoles que danzan.
Que abren su ventana a la luz, todo es misterio, pero luz
Luz circular para los hambrientos
Y ayer como hoy: los ricos, los pobres, todos en lucha
Es la Alegoría de Chapingo entre el maíz que llora, sonríe, danza…
Flor de luz para los que no ven los pétalos
Es la revolución. Ayer como hoy. Los cuerpos enterrados
El estiércol alquímico que pisan los políticos cuando juegan al golf
Sangre que es oro. Oro que es luz. Luz que es semilla sin fin
Que germina porque la sangre, como el Amor, son revolucionarios
Hoy, igual que ayer
En la milpa. En cualquier parte.

©Julie Sopetrán

Publicado en ttp://www.lacasadeasterion.net?museo_id=114

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viernes, 29 de abril de 2011

¿QUE ES UN TIANGUIS?

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Texto y Fotos: Julie Sopetrán

En Tlacolula de Matamoros. Tianguis.

Un tianguis es un mercado. La palabra tianguis, procede del náhuatl tianquiztli que significa mercado público. Es un lugar de vendedores ambulantes, es una feria de trueque, de compra y venta. Pero sobre todo el tianguis es un lugar de encuentros, de familias, de disfrute entre parientes, es el motivo o el pretexto para relacionarse, o sea un lugar humano, festivo y  alegre.
El tianguis es y ha sido siempre, el espacio social y cultural del indígena. Antiguamente estos mercados se hacían en el centro de las ciudades. Cuando llegaron los españoles a México, se quedaron muy sorprendidos por lo bien organizados que estaban los indígenas con respecto al comercio.



En México el vendedor ambulante es gente muy trabajadora, está muy bien aceptado por la sociedad y suele ser gente de confianza. Es un grupo  que vive en peores condiciones y aunque dicen que tiende a desaparecer, los mercados de México son los más grandiosos que yo he conocido, ni siquiera el Gran Bazar de Estambul los iguala. Este mercado ha existido siempre en Meso América, es como un arco iris de relaciones humanas, data de tiempos inmemoriales, siglos antes de la llegada de los españoles.
La única plaza de la ciudad de México en el siglo XVI, la plaza mayor, allí se situaba el mercado más grande de la Nueva España. El tianguis es un verdadero acontecimiento social donde agricultores, artesanos y  comerciantes ofrecen sus productos a la población. Su tradición y su herencia son la tradición y la herencia indígena por excelencia. Hablando de estos mercados, Pablo Neruda lo dijo muy bien: “Son los más hermosos del mundo”, y así lo creo.



Existen también los Tianguis Turísticos, a la que he sido invitada varias veces. Este año ha sido el número 36 y es uno de los eventos más representativos de los profesionales de la industria turística de México. Es algo semejante a lo que en España llamamos FITUR.    Se celebra en el puerto de Acapulco y asisten representantes de todo el mundo.
Pero volviendo a los tianguis de los que hablaba anteriormente, entre los varios que he recorrido en México, recuerdo el de Ocatlán de Morelos. El de Mitla, el de Teotitlán del Valle y este de Tlacolula, en Oaxaca y cómo no recordar los de Tehuantepec en el Istmo. En la ciudad de México, el de La Merced, me impactó el de Sonora, un mercado tan grande como puede ser la ciudad entera de Guadalajara, España. El de Coayacán y San Ángel… Los de Michoacán, en Pátzcuaro, y tantos lugares donde el tianguis es no sólo el cuerpo sino el alma de México.

                                                               Mercado en Cuernavaca. Foto: Julie Sopetrán

Antes voceaban de calle en calle los camotes, la calabaza y la gelatina para el desayuno.  También van desapareciendo las voces que anunciaban la venta de periódicos o los vendedores de nieve de limón, de piña, de fresa, de guanábana, de pastiche o tamarindo. Pero en los mercados no faltan las famosas “agüitas”.  En todas partes, y en México también, ya no van por las calles comprando ropas viejas, periódicos usados o leídos ni vendiendo carbón.  Todo eso se fue, pero no los tianguis.
Estos mercados aumentan, todo está lleno de puesteros que venden de todo en cada plaza o esquina, en cada sitio al aire libre, en cada lugar de nuestro México lindo y en cada día de la semana. 
Desde las verduras más frescas recién recogidas en las milpas, frutas, pollos muertos y desplumados, carnitas, trozos de carne de res y de puerco, son esos mercados fijos de los que también disfrutamos en España. A través de ellos nos damos cuenta de la importancia que tiene la cocina mexicana, con sus productos frescos, el maíz, los nopales, la calabaza, el tomate, los aguacates, el chile, el chocolate, la canela, la vainilla, tantos productos originaros de México que después llegaron a Europa y el resto del mundo. Pero los otros, los tianguis que también tienen sus días y sus lugares fijos, o los que van sobre ruedas o los que abren a diario, están a flor de tierra, de calle, de lugar abierto a los turistas, a los ciudadanos, al mundo. 
No puedo dejar de mencionar las tiendas de abarrotes, para nosotros tiendas de ultramarinos, o tiendas de pueblo, donde se encuentra de todo lo que pidas. Histórico es el mercado de la Lagunilla que lo dividieron en cuatro partes, uno para semillas,  pescado y aves, frutas y legumbres; otro para muebles; otro para ropa y telares y otro para puestos más fijos. Tantos mercados y tantas especialidades que no se puede abarcar su diversidad.
Los supermercados que lo invaden todo aparecieron en México por los años treinta y cuarenta, como Sumesa, luego llegaron cadenas como Gigante o Comercial Mexicana y los hipermercados, pero nada ha suprimido al mercado indígena.
El tianguis es una exhibición bestial de todo lo que se pueda uno imaginar para ver, oír, oler, gustar y tocar.  Un verdadero lujo de mercancías, además de comidas, bebidas, música, petates y cazuelas, artesanías, vestidos, muebles, semillas, lana, chiles,  panes, cueros, molcajetes, velas,  artículos típicos,  dulces y chocolates, especias, sombreros, comales, calzados, yerbas medicinales, condimentos, huaraches y sarapes, flores, recuerdo una carretilla de dalias y un guajolote en el suelo, cerdos o como diríamos en España, cochinillos recién destetados… animales, cosas, muchas cosas y todas son un vivo exponente de la cultura mexicana.

                                                                          Tianguis en Zacan. Michoacán. Foto: Julie Sopetrán

Haciendo un recorrido por Michoacán, tengo que recordar sobre todo, los tianguis de su riqueza artesanal como en Zinapécuaro, Uruapan, Pátzcuaro, Paracho donde se hacen las guitarras y su tianguis es una verdadera orgía de productos. Angahuan, Santa Clara del Cobre, Zacán… Por citar algunos de estos tianguis inolvidables que he visitado en Michoacán en muchas plazas y rincones.
De la misma forma que hay tianguis especializados, en comida, en vestidos, en frutas de la tierra, en artesanías, los hay también de animales del campo. Recuerdo el de Tlacolula de Matamoros, situado en los valles centrales, descendientes de Zapotecas, en el Estado de Oaxaca, a pesar que este pueblo tiene su Mercado Público con más de doscientos puestos, es popular su tianguis de “Martín González”. Y también disponen de dos hectáreas de terrero para su mercado de animales al que llaman “el baratillo” donde se truecan distintos tipos de ganado, vacuno, bovino, caballar, caprino, porcino, ovino y asnal. 

                                  Dos Guajolotes en el mercado de Tlacolula, Oaxaca, preparados para el trueque (Foto: Julie Sopetrán)

Creo que fue en fin de semana, domingo, su calle principal kilométrica y alrededores, donde se reúne cantidad de gente de distintas comunidades, gente de los pueblos cercanos que van a vender e intercambiar sus productos que los ponen sobre una manta en el suelo. Llegan de sus rancherías y es tan grande, que puedes perderte con facilidad. Según la ropa que visten, sobre todo las mujeres, con gran colorido, ellas ya saben de donde procede cada vendedora, puede lucir una blusa floreada, falda de lana, una faja roja o un rebozo amarillo... Exhiben objetos de barro, hechos también con carrizo, textil, etc. Es realmente toda una experiencia humana que desborda el espíritu y amplía la mente.
El colorido de México se exhibe en estos mercados con gran riqueza y exhuberancia de brillos y centellas, en cada una de sus formas mostradas, todo es un lujo de colores, todo resplandece como si fuera la verdadera fiesta indígena. En estos  mercados se practica mucho el trueque a las primeras horas de la mañana.

                                                                          Cochinillo recien destetado listo para el trueque.

 
Antiguamente en los tianguis, existían jueces que intervenían en los tratos comerciales, para que hubiese justicia y no engaño. El trueque era la transacción final y se usaban semillas de cacao como dinero. Pero el regateo es importante, si no hay regateo, ni la venta ni la compra es buena. Con mucho respeto, pero hay que “negociar” para que al tianguis no le falte nada y para tener la impresión de que todos han ganado algo en el trato.
He de destacar la importancia que tiene la mujer mexicana en este trabajo del tianguis. En las artesanías. Sin ella no hay color, ni sabor, ni olor a flores, su actividad es esencial, su entrega, su sacrificio, su estar, su vestir, su dedicación, su seriedad y su sonrisa hacen que el tianguis sea eterno en el ir y devenir de México.



Aunque no tengas dinero para comprar nada, o nada para vender, visitar estos tianguis es un verdadero placer, una verdadera experiencia física y espiritual.
Y como en la moraleja del filósofo chino, esta visita  te servirá para que después de pasear el mercado, en forma de meditación y al final del trayecto, cuando ya lo hayas visto todo – si puedes verlo todo- y te sientas cansado, como resumen, podrás sonreír, pensar y saber que en realidad nada necesitas.  O tal vez sí, necesitabas el calor humano de los tianguis, que siempre compensará tu alma con la enseñanza de la gran sabiduría ante el esfuerzo y el trabajo de los pueblos de Meso América.
Eso es algo que todos necesitamos entender aunque nos falte lo material. El trueque es dar y recibir, en suma compartir el momento.
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